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Ciro Bianchi sí tiene la historia

Ciro Bianchi sí tiene la historia

Gina Picart

Quisiera que este trabajo no fuera considerado una reseña, pues el libro sobre el que trata fue vendido en nuestras librerías hace ya más de dos años, pero no siempre puede uno estar al día con sus lecturas, especialmente cuando la salud y otros dilemas de la vida conspiran constantemente contra el desempeño profesional.

Muchas personas prefieren no hablar sobre las influencias que han recibido a través de sus vidas, especialmente los intelectuales, quienes gustan de mantener un espeso silencio en torno a esta peliaguda e inquietante cuestión. ¿A quién le debo? es una pregunta que pocos desean responder, y entre los que se deciden a hacerlo se puede percibir a menudo cierta incomodidad.

Sin embargo, como pienso que nada ennoblece más que la pertenencia a un linaje ilustre, yo me declaro lectora entusiasta, desde mi juventud, del periodista Ciro Bianchi Ross, maestro de cronistas en esta isla que no sé si será la tierra que ojos humanos han visto, pero es la que los cubanos más amamos.

Cualquier foto de Ciro, pero en especial la que ilustra la nota de contracubierta de su libro Yo tengo la historia, publicado por la editorial UNIÓN, 2008, mostrará de inmediato una de sus más notorias características de personalidad: es un observador sagaz y sutilísimo, siempre en acecho, a quien no escapa ni una partícula del aliento vital de un sucedido, tal como decía el Gran Khan de La China que debían ser los espías perfectos, y don por el cual este legendario monarca recompensó al viajero veneciano Marco Polo con riquezas tan espléndidas que cuando este, recluido en la cárcel años después, hablaba de ellas, nadie, salvo Rustichello de Pisa, le creyó.

Ciro tiene un currículo periodístico más que impresionante, y probablemente haya sido el periodista más leído en Cuba entera desde que comenzó a ejercer este oficio, gracias a sus magistrales, amenas, pintorescas y extraordinariamente cinematográficas crónicas de la historia cubana. Porque no se trata solamente de investigar hasta el dato más escondido y sacarlo a la luz. Importa muchísimo también la capacidad que tenga el periodista como comunicador, y además, en el caso de Ciro, la posesión de ese humor criollo, desenfadado, pícaro y burlón, que hace de cada texto suyo algo muy semejante a la delicia de devorar una torta de tiramisú en el café El Escorial, de la Plaza Vieja. Ciro tiene un gracejo inimitable, en verdad. También lo tenía Eladio Secades, pero en un estilo diferente, muy deudor de la ironía por contraste. Cuando uno lee a Ciro, le parece que está escuchando el reportaje verbal de un buen amigo en la esquina del barrio, un amigo inteligente, observador y perceptivo a quienes los sucesos no pueden esconderle su esencia más recóndita. Sus crónicas tienen la dinámica viva de una sabrosa conversación, y al mismo tiempo, parecen películas. Los capítulos de este lbro dedicados a los duelos y a llas muertes misterosas, en especial la del parlamentario Enrique Villuendas, no tienen nada que envidiar a auténticas secuencias escritas para el cine.

Yo tengo la historia es un libro de crónicas dedicado a ese período de la historia de Cuba, tan perturbador y polémico, que fue la República, llamada por algunos Pseudo República, término que asfixiaba de ira a Dulce María Loynaz y a muchos por cuyas venas corría y corre aún sangre mambisa, y hasta Repútica, vocablo que no quiero aventurar lo que despierte en otros muchos. Pero Ciro, siempre objetivo, tiene como propósito fundamental resucitar el suceso, animarlo para que podamos contemplarlo como si estuviéramos viviendo en la fecha en que ocurrió lo que narra. Sus escritos son los mejores textos de Historia nacional, aunque en alguna que otra ocasión alguien le haya atribuido el pecadillo del exceso y hasta de la invención, llamada en su ayuda cuando queda algún microscópico espacio por llenar con datos que han desaparecido del planeta. No se lo reprocho: el producto final es más sabroso con estas especias aumentadas de dosis. Lo que en cualquier periodista sería una mentirijilla, en Ciro se transforma en dato enriquecedor que siempre redunda en favor de la cultura del lector.

La historia de Bohemia, una de las más famosas y perdurables revistas de la isla; de los personajes caricatrurescos más célebres, como el Bobo de Abela y el Loquito de Nuez; la célebre Chambelona, la vida del gran compositor Eliseo Grenet; del novelista Alejo Carpentier, el declamador Luis Carbonell y el porta Regino Pedroso; la historia de los duelos en Cuba; historias sobre presidentes y vicepresidentes republicanos… En fin, que sería muy larga la lista de los temas tratados en este libro que reseño con sumo placer, mientras saco la cuenta de cuánto le debo a este hombre que ha observado la historia de mi país en los zapatos de un periodista consagrado al servicio del pueblo.

Ciro Bianchi es también autor de los títulos Las palabras de otro, Voces de América Latina, Un hombre en la noticia, Tras los pasos de Heminway, Yo soy el chef, García Lorca/ Pasaje a La Habana, La oreja de Dios, Oficio de Intruso, Así como lo cuento, Memoria oculta de La Habana y otros. Ha ejercido como profesor universitario. Fue asiduo frecuentador del maestro José Lezama Lima en su casa de Trocadero, por lo que resulta un testigo de primera mano en el recuento imprescindible y necesario de una de las más grandes vidas consagradas a la literatura patria. Trabajó junto a Cintio Vitier en la edición crítica de Paradiso, obra cumbre de Lezama, y fue el compilador y editor de sus Diarios y del epistolario Como las cartas no llegan, compendio de cartas del gran novelista. Ha sido también antologador de Justo de Lara. Por la excelencia de su obra ha obtenido el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, y el Premio Nacional de Periodismo Cultural Antonio Fernández de Castro por el conjunto de su trabajo, que ha sido traducido a varios idiomas.

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