Ciro Bianchi: El oído fino y la memoria despierta
Por Nara Araújo
Palabras de la Secretaria de la Academia Cubana de la Lengua en la presentación del libro Yo tengo la historia, de Ciro Bianchi Ross. Sala Villena, Unión de Escritores y Artistas de Cuba. La Habana, 5 de diciembre de 2008
Al presentar en una edición de clásicos españoles, La historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, Fernando Rico coloca esta crónica en el camino del Amadís, así como de La Celestina y el Lazarillo, obras cumbres de la literatura española. La posibilidad de que la crónica de un testigo de la conquista de América pueda aparecer como “literatura”, se debe al brío del relato, al vigor de la prosa y a la capacidad de Díaz del Castillo de evocar hombres, acciones y escenarios. Lo que en un inicio pretende ser el testimonio verdadero de lo que ocurrió de este lado del Atlántico, y para ello quiere atenerse a una cronología, alcanza lo literario por las cualidades de la prosa y la capacidad imaginativa del autor-testigo.
Pero entonces, ¿qué es una crónica? Si nos atenemos a las definiciones sobre su naturaleza, vemos que puede ser calificada como una obra literaria o como un género periodístico; igualmente, como una narración histórica que sigue el orden temporal de los acontecimientos, o como un artículo periodístico sobre temas de la actualidad. Las crónica o artículos que Ciro Bianchi Ross reúne en su más reciente volumen, Yo tengo la historia se mueve con libertad entre esas fronteras que las clasificaciones al uso han establecido para la crónica. Las suyas no podrían ser catalogadas, en rigor, como crónicas históricas, porque éstas últimas son, sobre todo, aquellos relatos que testigos privilegiados pudieran dejar de las épocas en que vivieron. Siguiendo un orden temporal, se narra en ellas el pasado.
Tampoco responde, del todo, a la definición de “artículo periodístico sobre temas de la actualidad”, porque las suyas son, básicamente, crónicas-artículos sobre hechos, personajes, y temas que se inscriben en el período de la República (1902-1958). De los sucesos y asuntos que se cuentan, Ciro BIanchi no ha sido el testigo que los presencia (aunque hay algunas excepciones), sino más bien el narrador que recoge en fuentes diversas --orales, escritas, cultas, vernáculas--, aquellas historias que presentan un interés particular. Al seleccionar estas historias el narrador comienza a construir lo que luego será “el relato de un relato”.
Por estas peculiaridades, Yo tengo la historia, es un volumen de 50 textos que evidencia el “color” del universo fabulado, que el cuentero Ciro Bianchi va armando para brindar a sus lectores, los asiduos, y a aquellos que, como yo, no lo pueden leer cada domingo, los escenarios inéditos y por eso sorprendentes de una etapa de políticos y politiqueros, de sainetes y tiroteos, de teatro bufo y opereta, pero igualmente, una etapa de fundación de una cultura nacional moderna. El atractivo de estas historias no reside tan sólo en los asuntos, en las anécdotas, como en la caracterización de los personajes, en la construcción de una intriga y hasta de un suspense. En ese imaginario, que toma como punto de partida tanto la verdad, como lo que se ha dicho sobre esa verdad --el rumor, el chisme, la leyenda y hasta el mito--, asume un papel fundamental el lenguaje, Ciro Bianchi tiene el oído fino y la memoria despierta, y así sus crónicas, sus artículos, son un arsenal de giros lingüísticos, de expresiones cubanísimas, que le dan un toque de sabrosura y de deleite a su escritura.
Alguna vez Alejo Carpentier dijo que para él, el periodista y el escritor se integran en una sola posibilidad y que esto puede escindirse debido a las modalidades de trabajo y a las modalidades de técnica. ¿Es entonces Yo tengo la historia el libro de un periodista? Sí. ¿Es también el libro de un escritor? Sí. Ciro Bianchi tiene el oído fino y la memoria despierta.
1 comentario
Ojo -