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CBianchiRoss/Vida y Obra

Ciro Bianchi, el memorialista

Ciro Bianchi, el memorialista

 

Laidi Fernández de Juan

Este periodista habanero nacido en 1948, se ha convertido, sin duda alguna, en uno de los escritores más prolíficos de los cuales tenemos noticia. En su afán por conservar la memoria de tiempos idos, carga en su haber de escritor cerca de diez libros, la mayoría de los cuales está integrada por sus entregas periódicas a la prensa. De igual forma, este cronista del ayer hace gala de su generosidad al facilitar que circulen en formato digital sus escritos, bajo el irresistible anuncio de “Ciro te recomienda”.

No solo los cubanos y las cubanas que permanecemos de este lado del mundo esperamos la llegada de sus mensajes: muchos de quienes se encuentran en otras latitudes lo hacen periódicamente, entre otras razones porque todos y todas sentimos que gracias a sus investigaciones, a su memoria, y a su empática forma de contar, permite descubrir hechos y reencontrarnos con el país donde nacimos. La densidad de algunos libros de Historia; la franca parcialización de sus autores, o simplemente la extensión desmesurada de los textos, provoca cierta resistencia en el público lector, sobre todo el más joven. Nada de esto ocurre con las lecciones de Ciro Bianchi, caracterizadas por la ligereza, la simpatía, el buen gusto, y también, ¿para qué negarlo? son muy aceptadas popularmente porque devela misterios, descubre noticias secretas tanto de personas como de momentos, de avenidas y de construcciones, en fin, de todo un universo integrado por el país que fuimos.

Ciro Bianchi logra transportar al televidente (cabe elogiar el Programa Como melo contaron, sustentado también por las dotes narrativas de este periodista memorioso) y al lector, hasta tiempos que parecen remotos, pero cuya impronta está al alcance de todos, sin que lo sepamos. De esta forma, revisitamos aquellos sitios que nos parecían carentes de atractivos, o revaloramos a figuras históricas de antaño que dormían injustamente, sin que nadie les reconociera sus méritos o sus desmanes, para al cabo, darnos cuenta de cuán rico es nuestro pasado.

A pesar de que los textos de Ciro ya forman parte de nuestra cultura inmediata, en el sentido de que hemos incorporado su lectura a nuestra realidad cotidiana con la misma naturalidad con que escuchamos las noticias diarias, cuesta trabajo, sin embargo, clasificarlos. ¿Cómo se le llama a un texto escrito hoy, acerca de un hecho ocurrido hace, por ejemplo, ochenta años? ¿Qué nombre recibe quien reseña un suceso de un siglo atrás? No digo que tenga importancia delimitar estos términos, es solo que resulta curiosa la pobreza del lenguaje en estos casos. Es evidente que no estamos en presencia de un cronista, si nos ceñimos al concepto de que una crónica es un artículo de prensa sobre temas de actualidad, ni tampoco sería correcto afirmar que Ciro es un escritor puramente costumbrista, ya que la costumbre de un país, o sea, el conjunto de sus inclinaciones y hábitos, varían con el paso del tiempo. Entonces, si tenemos en cuenta que el diccionario señala una palabra que se acerca a lo que hace este autor, no me queda más opción que decir que se trata de un cronicón (crónica antigua).

La fonética de dicho vocablo no ayuda, lo reconozco, porque dan deseos de decir: Más cronicón serás tú, pero esto es lo que se ajusta a sus amenísimos escritos, académicamente hablando. En pocas palabras, parece que Ciro hace cronicones según el uso correcto del vocabulario, pero entre nosotros, identificamos sus páginas como estampas del ayer, aunque parezca el anuncio de una noveleta radial. Estoy segura de que los grandes estamperos cubanos, estarían más que satisfechos al ver el nombre de Ciro al lado de los suyos. Pienso en el Emilio Roig de El caballero que ha perdido a su señora, del año 1923, en el Jorge Mañach de las Estampas de San Cristóbal, del año 1926, y en el Eladio Secades de lasEstampas, de 1941 a 1958. Es una suerte para Cuba contar con un memorialista como Ciro Bianchi.

Muestra de su tenacidad, es que solo en el pasado año 2012, vieron la luz dos nuevos libros suyos: Viendo La Habana pasar, por Ediciones Boloña, que contiene cien anotaciones históricas al pie de igual número de dibujos hechos por Evelio Toledo, y Contar La Habana, compilación de ochentas seis de sus más recientes artículos, publicados por Ediciones UNION. Además de la ya señalada amenidad en las páginas “cirobianchescas”, otro aspecto que destaca es la capacidad de provocarnos asombro.

Cuando ya presumimos de conocer los recovecos, las interioridades y la vida profunda de nuestra Habana, si es que alguna vez caemos en la tentación de hacerlo, aparece una nueva historia antigua salida de esa mezcla de estudio serio con gran dosis de gracia criolla que parecen ser las armas fundamentales de Ciro Bianchi, y el resultado es la enseñanza de algo que ignorábamos. Respetando aquello que pertenece a la imaginería popular, como pueden ser las historias de La casa de las tejas verdes, la de Marcolina o los suicidios en La Manzana de Gómez, este periodista traslada las versiones de ayer para mostrarnos de dónde venimos, cómo éramos, y así, sin que nos demos cuenta, labrarnos el mapa de nuestras más ocultas verdades. Sean bienvenidas estas nuevas entregas de artículos en forma de libros, y loado sea el autor que las regala, llenándonos de conocimientos y de humor.

Fuente: La Jiribilla, nro. 642

Ciro Bianchi: el cronista de una Cuba que pocos recuerdan

Ciro Bianchi: el cronista de una Cuba que pocos recuerdan

12:51h. Fuente: NOTIMEX

La Cuba que muchos desconocen, muy pocos recuerdan y otros quisieran
sepultar en el olvido, es una obsesión en la narrativa del veterano
periodista cubano Ciro Bianchi Ross. Columnista del diario Juventud
Rebelde, con tres programas de radio y uno de televisión, su labor es
elogiada por quienes admiran cómo rescata temas arrinconados en el
imaginario popular. "Lamentablemente, la historia (de la república de
1902 a 1958) ha sido mal contada, hay personajes que han sido
maltratados, escamoteados, casi borrados del escenario nacional",
señaló en entrevista con Notimex. "Ahora surge en los jóvenes un
interés por saber quiénes eran, qué hicieron, por qué los han
relegado. Ayudarlos en eso a mí me satisface mucho", agregó el también
colaborador de varias revistas cubanas. “Yo tengo ejemplos de eso.
Estar en un parque y ver a muchachos de 17 y 18 años que están
practicando deportes y me dicen ‘maestro cuénteme tal cosa’”. De
acuerdo con estadísticas oficiales, siete de cada 10 de los 11.2
millones de habitantes nacieron después del triunfo de la Revolución
en 1959 y sólo conocen el sistema socialista instaurado por Fidel
Castro tras llegar al poder. Las crónicas de Bianchi, de prosa
directa, abordan temas por lo general omitidos por la historiografía
oficial, que prefiere insistir sobre los "males que aquejaban al país”
del pasado pre revolucionario en la llamada "Cuba semi colonial". Sus
trabajos, de acuerdo con el escritor Leonardo Padura, autor de "El
hombre que amaba a los perros", profundizan en "historias, personajes,
situaciones peculiares, singulares, olvidadas o marginadas". Ha
escrito anécdotas, con datos inéditos, sobre personajes, sitios y
aconteceres de la historia de la Cuba republicana que, como todo lo
cubano, tiene defensores y detractores a ultranza. "Yo siempre pensé
escribir para el cubano de a pie, yo quería un lector que fuera mi
vecino, el bodeguero, el taxista, he buscado siempre ese lector",
confiesa el también autor de varios libros. Nacido en La Habana en
1948, durante años escribió para revistas que circulaban fuera de
Cuba, pero desde 2001 hizo realidad su deseo de comunicarse con sus
connacionales cuando comenzó a escribir en el diario Juventud Rebelde.
En la actualidad aparece en un programa semanal de la televisión
cubana ("Como me lo contaron te va") y en las estatales Radio Rebelde
y Habana Radio, así como en una emisora de la ciudad estadunidense de
Miami. "Yo creo que el programa de televisión tiene impacto porque
llevo a la gente a los lugares y señalo: ‘aquí estuvo, aquí fue, aquí
se hizo, aquí ocurrió’. Entonces la gente empieza a verle a La Habana
otra dimensión", indicó. "Mi interés es lograr que el oyente o
televidente pase un rato agradable y a la vez le transmito algo que no
sabía. Si además de eso lo incito a interesarse, a ahondar, a
polemizar, pues entonces considero que el objetivo está plenamente
logrado". En su labor como cronista, que deja a los hechos hablar por
sí mismos, sin editorializar, se apoya en su memoria, las entrevistas
a testigos de los hechos y la consulta obligada de fuentes históricas.
En tiempos más recientes se ha dedicado a hurgar en temas de la
farándula, como el afamado teatro Shanghai, del barrio chino de La
Habana, "que la gente solo ve como un teatro pornográfico, de
coristas, donde se decían palabras obscenas". "La crónica cubana está
llena de agujeros negros. Oyes hablar mucho del Floridita (refugio de
Ernest Hemingway), y de Tropicana, nadie le quita sus méritos",
expresó el investigador que gusta contar la visión íntima de los
acontecimientos. "Pero existieron otros lugares de recreación como el
cabaret Sans Souci, el Montmartre, el bar Sloppy Joe, el Panamerican y
tú te preguntas ¿bueno, y la historia de esto dónde está?". Bianchi
comentó que recibe muchas llamadas telefónicas y correos electrónicos,
porque "la gente agradece el rescate de una historia que se perdió
(...) y te cuenta cosas que te van ayudando a conformar una historia".
Ha sido jurado de varios certámenes periodísticos y literarios, y ha
visitado como periodista y/o escritor México, Colombia, Perú,
Nicaragua, Bulgaria, Estados Unidos y Puerto Rico. En 1992 obtuvo el
Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí y ha sido acreedor de
otras condecoraciones. Es considerado un maestro de la entrevista y el
reportaje. Entre sus obras más conocidas figuran "Voces de América
Latina" (1988), "Tras los pasos de Hemingway" (1993), "Pasaje a La
Habana" (1997), "Así como lo cuento" (2004), "Memoria oculta de La
Habana" (2005) y "Yo tengo la Historia" (2008).

Carta a profundos habaneros

Carta a profundos habaneros

 Laidi Fernández de Juan,

Las  cien ilustraciones   y las  correspondientes anotaciones históricas que aparecen en Viendo La Habana pasar, del dibujante Evelio Toledo y el periodista Ciro Bianchi Ross respectivamente, constituyen una verdadera joya que regala Ediciones BOLOÑA, perteneciente a Publicaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad.

Quienes tuvimos el privilegio de asistir al lanzamiento de tan excelso libro, escuchamos la intervención que  ofreciera esa figura tan fuera de todo intento de encasillamiento que responde al nombre de Eusebio Leal.  A través de ella, además de impresionarnos con la maravilla de su oratoria, el Historiador de esta ciudad hizo la siguiente observación: Existe más de una Habana.

La frase, en apariencia sencilla, encierra todo el lapidario conocimiento de una persona que ha dedicado más de la mitad de su vida al rescate material, espiritual, histórico y  social de la ciudad que tantas veces ha sido elogiada, maltratada y vuelta a querer: La Habana. Nadie como él para hacer el elogio del libro que considero el mejor regalo de la temporada. 

En primer lugar, es menester ensalzar el cuidado que en general tiene  Ediciones BOLOÑA. Desde sus inicios, destacan el esmero y  el buen  gusto de dichas  publicaciones. Viendo La Habana pasar, de la colección Cornucopia, contó con el diseño de Jorge Martell y el oficio de la experimentada editora Iris Cano, cuya profesionalidad es ya proverbial. El resultado de dicha combinación es la hermosura impecable que el público no tardará en difundir.

 Luego de la impresión casi paralizante  que causa tanta exquisitez reunida en un solo objeto, en este caso, el  libro-catálogo, nos adentramos en el deslumbrante mundo que los dibujos de Toledo conforman. Arrastrando un hábito desvergonzadamente  infantil , es la visión de partes habaneras (Los Castillos, Las Plazas, Los Palacios, Los Monumentos , y también El Túnel, El Malecón, Coppelia, La esquina de Tejas, y muchos más hasta llegar a cien),  lo que ocupa nuestra primera atención. Es así el  orden: El disfrute visual de las imágenes que nos sorprenden por la precisión y la meticulosidad de los trazos, roba un poco de tiempo a la lectura de las palabras. Acto seguido, y ya con los retratos pintados  en nuestras mentes, recorremos nuevamente las páginas, para aprehender la historia que tiene para contarnos el maestro Ciro Bianchi Ross. En esta segunda lectura nos concentramos en los textos, siempre de cinco líneas, como  un pentagrama que explica en teoría la melodía que ya habíamos escuchamos en la práctica, o como diría un joven actual, en la vida real.

Estas anotaciones, breves pero reveladoras, precisas y amenas, ofrecen la información justa que se necesita para la ubicación temporal de la obra arquitectónica que estamos presenciando. Nada queda fuera de lugar ni de época en la medida en que se recorren las ubicaciones que ambos artistas, el dibujante y el historiador, seleccionaron  para esta entrega. Cada lector o lectora, una vez concluido el camino de las páginas ilustradas, acude a su propia memoria afectiva, y queda sumergido(a)  en el recuerdo de lo ya conocido, o el disfrute de lo recién aprendido.

¿Será posible atrapar a La Habana en cien dibujos, e historiarla mediante quinientas líneas?    Claro que no, pero siendo como es nuestra ciudad  un hervidero en constante ebullición, donde la historia de ayer apenas deja espacio al suceso actual que a su vez es ya pasado, donde la añoranza se mezcla con el necesario deber de protegerla, es loable el intento de mostrarla tal cual es. Nadie es  capaz de encerrar ni a La Habana ni a ninguna otra capital universal. Ni en fotos, ni en textos, ni en dibujos ni con palabras puede sentirse el clamor de los lugares, pero el acercamiento que logran los autores de  Viendo La Habana pasar, bien merece nuestro más encendido aplauso. Harta de la visión turística que muchos dedican a expandir, felicito  a quienes muestran su gran respeto por La Habana a través de la autenticidad sobrecogedora y el amor que se respiran en las páginas de este libro. Y me apunto a  la aseveración que hiciera Leonardo Padura en su reciente volumen La memoria y el olvido: “:…La Habana somos también cada uno de los habaneros…” (p.31), porque considero que además de exigir el cuidado del pedazo de planeta que nos tocó en gracia habitar, hay que mostrar un poco de humildad reverenciando a  aquellos que intentan  mejoramientos de todo tipo a través del empeño de su arte, y en algunos  casos, como es el de Eusebio Leal, con la entrega de toda la fuerza vital. 

 

Cubaliteraria, marzo, 2012.

 

 

La Habana recordada

La Habana recordada

Susadny González Rodríguez


El periodista Ciro Bianchi y el dibujante Evelio Toledo nos regalan,
en su libro Viendo La Habana pasar (Ediciones Boloña), una Habana
mezclada, que desafía al tiempo con sus luces, y sus sombras. Esa otra
urbe de a pie que recorre, descubre a diario, y esboza el artista “con
mirada casi fotográfica”...

Como diría el historiador Eusebio Leal, durante la presentación del
volumen, en Viendo La Habana pasar hay dos obras que se
compatibilizan: la del periodista Ciro Bianchi y el dibujante Evelio
Toledo.


No le falta razón al escritor Leonardo Padura cuando dice que La
Habana, como pocas ciudades del mundo, suele ser vista por sus
prejuiciados tópicos de antemano establecidos. A riesgo incluso de
ignorar lo esencial de ella.

Sin pretenderlo, ¿o proponiéndoselo acaso? el periodista Ciro Bianchi
y el dibujante Evelio Toledo trascienden esa mirada preconcebida,
retórica y excluyente del drama cotidiano que se lleva el foráneo tras
su ejercicio turístico de “conocerla”; y nos regalan, en su libro
Viendo La Habana pasar (Ediciones Boloña), una Habana mezclada, que
desafía al tiempo con sus luces, y sus sombras. Esa otra urbe de a pie
que recorre, descubre a diario, y esboza el artista “con mirada casi
fotográfica”.

La Catedral, el conjunto más armonioso de la ciudad colonial; el
edificio de la Lonja del Comercio, considerado nuestro primer
rascacielos; el palacio del Segundo Cabo, otra de las grandes
expresiones del barroco cubano, por solo mencionar algunos, se funden
con la llamada esquina del pecado (intersección de Galiano y San
Rafael), la Reina de las calles, el puente Almendares, y así hasta
completar cien dibujos.

Toledo retoma la tradición, postergada en nuestra prensa, del grabado.
A pluma alzada y en trazos elementales, proyecta la elegancia e
historia, captada en sus andanzas, de la esquina más olvidada o el
paraje más recóndito de una Habana decadente y resucitada.

Pero, como diría el historiador Eusebio Leal, hay aquí dos obras que
se compatibilizan. La del ilustrador, y la que nos propone ese
proverbial cubano que es Ciro Bianchi, escrita con sentido campechano
que indica bonhomía, cercanía, cordialidad.

Qué envidia (sana) produce el enfrentarse a tan poderosa, magistral
capacidad de síntesis, la misma que contrasta con el retrato al estilo
de la exquisita crónica social de antaño. Qué sensación apoteósica del
recreo y el conocimiento unido invaden ante ¡5 líneas! (a modo de pie
de foto) que te trasladan hasta el sitio descrito con adjetivo
puntual. Mientras te sorprendes del dato aprendido.

Viendo La Habana pasar es el “sentimiento ilustrado” de un artista, el
testimonio a palabra viva del cronista, todo nacido del instinto y
condición de sentirse habaneros. Palpita La Habana en estas páginas,
cual postal en su honor para que el tiempo y la desidia moral de
quienes la habitan no se traguen su historia.

Fecha de publicación 20/02/2012

Ciro Bianchi y el periodismo coloquial

Ciro Bianchi y el periodismo coloquial

Leonardo Depestre Catony

Quizá el especialista objete el título de este comentario. ¿Periodismo coloquial? Pero como tal denominaría el periodismo que Ciro Bianchi ejerce en la prensa impresa. También pudiera de él decirse que es uno de los periodistas más populares del país, uno de los más leídos, amenos y mejor documentados. Todo lo cual reafirma su condición de maestro del periodismo cubano de divulgación cultural.

El manejo de la información, su dosificación, el uso del lenguaje, el sentido del humor y el estilo conversacional —se le lee como si se le escuchara— convierten la prosa de Don Ciro en una lectura tonificante, que se agradece y enriquece el acervo cultural del lector, en especial cuando se refiere a asuntos en que se entretejen historia y leyenda, aquellos en que la duda aparece y la diversidad de los datos y las fuentes requieren del comentario esclarecedor.

Sin embargo, ¿qué suele haber detrás de quien así escribe? Pues cultura, investigación minuciosa, honestidad, buen tino y concepto del periodismo como servicio a la memoria de los pueblos. Quien escribe y es leído con interés tiene sobre sí el peso de una enorme de responsabilidad, que Ciro Bianchi asume con criterio abierto a la polémica y el intercambio, de lo cual doy fe.

Resultado de investigaciones y experiencias personales son varios de sus libros, porque el primero de ellos data de 1983 y se titula Las palabras de otro.  Desde entonces, su producción ha dado a la luz alrededor de 15 volúmenes, entre los que cito Un hombre en la noticia (1990), Tras los pasos de Hemingway (1993), Oficio de intruso (1999), Memoria oculta de La Habana (2005),  Asedio a Lezama Lima y otras entrevistas (2009), Así hablaba Lezama Lima (2011)… En torno a la personalidad del autor de Paradiso tiene Bianchi otros textos, compilados por él, de los que suelen perseguir los lectores: Como las cartas no llegan, de José Lezama Lima, Lezama disperso y Diarios, publicados en ocasión del centenario de este.

Pero más allá de periodista y de escritor, Bianchi es un promotor cultural que disfruta la comunicación a través de la palabra: desarrolla así un proyecto del cual no se habla lo suficiente y lleva un nombre significativo: La Guayabera, en la ciudad de Sancti Spíritus, pues Ciro es de quienes asumen la guayabera como prenda nacional y con ella como pretexto emprende un programa de reanimación cultural a nivel comunitario, con todo cuanto lleva implícito: el rescate de tradiciones locales, el trabajo con niños y jóvenes, la consejería sobre asuntos sociales.

La radio, la televisión y la prensa plana recogen asiduamente el quehacer de Ciro Bianchi, quien se inició en estos empeños a la edad de 17 años, en el diario El Mundo y de entonces acá no se ha detenido nunca a calcular los miles de artículos, entrevistas, crónicas y demás que debe de haber publicado. Reportero de la agencia Prensa Latina desde 1972 y columnista del periódico Juventud Rebelde desde hace algo más de una década, tampoco le fue ajena la docencia, pues entre 1988 y 1993 se desempeñó como Profesor Adjunto de la Universidad de La Habana en la asignatura Géneros periodísticos, y aunque quien escribe no fue su alumno es fácil imaginar cuán grata debe de ser la huella dejada en quienes sí lo fueron.

Conversador ilustrado y sencillo, periodista y escritor, gentilhombre de la cultura, galardonado con el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí en 1992, y con el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro por la obra de su vida en 1999, entre otras distinciones, a Ciro Bianchi, habanero y cubano nacido el 31 de octubre de 1948, se le saluda en su cumpleaños desde este espacio digital de CubaLiteraria. ¡Felicidades, maestro!

 

Contar a Cuba

Contar a Cuba

La Editorial capitán San Luis nos hace entrega de esta joya de la Historia de Cuba contada por Ciro Bianchi Ross. Los géneros periodísticos predilectos de este “maestro de la pluma y el gracejo criollo son la crónica y la entrevista”. Aunque La Habana es su personaje preferido aquí nos deja conocer y disfrutar de crónicas históricas tanto sobre los detalles de la muerte de José Martí como de los pormenores de la entrada en La Habana de Fidel Castro o las particularidades de los golpes de estado en la república, entre otros.

 

Es puente de unión entre los cubanos (no importa donde vivan). Ojo avizor y penetrante que visualiza  —como pocos— la esencia misma de la historia de Cuba.

Miguel Barnet

 

Su manera exhaustiva de investigar llena los agujeros negros de nuestra memoria y enriquece enormemente los conocimientos históricos, particularmente los de una historia no contada.

Jaime Sarusky

 

Cuando habla de sucesos tan lejanos, resulta tan convincente que parece haberlos vividos. Por eso siempre digo que el verdadero Ciro Bianchi Ross tiene más de 120 años.

Norberto Codina

 

Tiene olfato de investigador, pero también posee el oído del narrador, y esta jugosa combinación le permite construir su escenario de una manera que sus historias enseñan, y también deleitan.

Nara Araujo

 

Probablemente sea el periodista más leído en Cuba gracias a sus magistrales, amenas, pintorescas y extraordinariamente cinematográficas crónicas de la historia cubana.

Gina Picart

Dedican a Ciro Bianchi Ross el espacio El Autor y su Obra

Dedican a Ciro Bianchi Ross el espacio El Autor y su Obra

Por Jesús Dueñas Becerra

Si este homenaje es solo por trabajar; ¡bienvenido sea!
Ciro Bianchi Ross

 El multilaureado escritor y periodista Ciro Bianchi Ross (La Habana, 1948), uno de los pilares fundamentales del periodismo literario en Cuba, fue el invitado de honor al espacio El Autor y su Obra que, auspiciado por el Instituto Cubano del Libro (ICL), tuvo lugar este miércoles en la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, en el Centro Histórico de la Ciudad de La Habana.

En ese contexto, se reseñó que el también columnista del periódico Juventud Rebelde es el autor de una amplia bibliografía, que recoge compilaciones de sus entrevistas, reportajes y crónicas, sobre todo las que escribe para la edición dominical del diario de la juventud cubana, y que los lectores devoran con avidez cognoscitiva y espiritual.


Entre sus muchos títulos publicados, se incluyen: Las palabras de otro, Voces de América Latina, Un hombre en la noticia, García Lorca: Pasaje a La Habana, La oreja de Dios, Así como lo cuento, Memoria oculta de La Habana y Yo tengo la historia.

Bianchi Ross se ha consagrado durante décadas a la investigación de la vida y la obra del poeta, escritor y periodista, José Lezama Lima (1910-1976), a quien califica —con sobrada razón— como uno de los mejores novelistas de todas las épocas y de todos los tiempos

Por otra parte, ha compilado y prologado —entre otros textos del autor de Paradiso— los volúmenes Imagen y posibilidad, Como las cartas no llegan, Diarios y Lezama disperso.

Entre otros reconocimientos, ha sido distinguido con el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí (1992), y el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (1999).

Ciro Bianchi Ross interactuó con los participantes en el homenaje que se le tributara, y les relató chispeantes anécdotas y vivencias personales, íntimamente vinculadas a su fecundo quehacer periodístico-literario en el archipiélago cubano durante más de cuatro décadas.

Por último, se despidió del auditorio con una de sus frases antológicas: me considero un ser humano sencillo y humilde por naturaleza, y de acuerdo con mi filosofía de la vida, la suerte hay que hacerla y las oportunidades —cuando se dan— hay que aprovecharlas.

La Habana (16-marzo-2011)

Asedio a Lezama: ¿asedio a mí misma?

Asedio a Lezama: ¿asedio a mí misma?

María Antonia Borroto Trujillo

 

Justo al elegir una entrevista para algún concurso, me pregunto una y otra vez cuál considerar la mejor. Tarea difícil tratándose del trabajo propio, y más engorroso aún cuando se trata del ajeno. ¿Qué hace a la buena entrevista? ¿La elección del entrevistado? ¿La pertinencia del tema? ¿La pericia para lograr la declaración única y despampanante? La posible respuesta afirmativa a cada una de estas interrogantes deviene nuevo amasijo de dudas: ¿qué es seleccionar bien al entrevistado? ¿En virtud de qué criterio: de las misteriosas —o quizás no tanto— simpatías personales o guiados por razones muy profesionales, lo que casi siempre quiere decir pragmáticas?

Cada día me resulta más difícil responder a cualquiera de ellas. Y supongo que cualquier avezado entrevistador sentirá igual zozobra a la de esta neófita, que a la larga termina por aludir al misterio de la charla, a esa rara comunión que desde la mágica distancia —ni el desconocimiento a ultranza, ni la excesiva participación—, hace única e irrepetible cada entrevista.

El género, que también es acto y potencia a un tiempo, comparte las características del I-chi y de cualquier técnica adivinatoria: cada golpe de dados traza una línea en la vida de quien comparece, estableciéndose siempre de un antes y un después. Pero no solo eso: posteriormente el mismo golpe ya no será igual: algo secreto e intangible varía en la disposición de las cosas, incluido el adivinador-entrevistador. Algo secreto e intangible: en unos casos, la disposición de los astros o el flujo de energía; el estado de ánimo y también el flujo de energía, en los otros. Lo cierto es que nunca nada vuelve a ser igual y que, por tanto, no existe la entrevista definitoria ni definitiva: cada una es un trozo de vida, testimonio del ser y el sentir de una persona en un momento determinado de su existencia.

Eso, magníficos trozos de vidas magníficas son las conversaciones reunidas en Asedio a Lezama y otras entrevistas, de Ciro Bianchi Ross. La expresión trozos de vida no es mía, sino del propio Ciro refiriéndose a la plática con Loló de la Torriente, en la que confiesa una usual decepción en los entrevistadores que publican en medios impresos: “la imposibilidad de trasmitir la chispa y la gracia de Loló, el trozo de vida que palpitó en la conversación que sostuve con ella”.

La entrevista a Loló fue, de hecho, una de las que más disfruté. Me sirvió para sentirla más cercana y vívida, y junto a ella, a los muralistas mexicanos, el ambiente tremendo de la segunda década del siglo XX y su casa: la descripción de los objetos muestra, tanto como las palabras, la hechura de su dueña. Igualmente me llama la atención, en esta y las restantes, la forma de introducir los datos biográficos de los entrevistados, no en la típica y cómoda —lo digo por experiencia propia— síntesis en texto aparte, sino como parte del todo indivisible que es la entrevista. No incomodan, aun cuando se conozcan los interlocutores, los prolijos datos, complemento indispensable de la charla.

Aún cuando la entrevista parece frustrada, como es el caso del atisbo al padre Gaztelu, el texto no lo es. O mejor, desde el no ser de la charla, se ilumina la persona; no por arte de magia —que lo de la adivinación es pura metáfora—, sino por la gracia con que el autor hilvana esos retazos de la escasa plática, significativa al fin y al cabo, como toda conversación inteligente.

Me lo imagino sin grabadora, guiándose luego por unos apuntes tomados con prisa demencial, manía responsable de la ruina de la caligrafía de los periodistas. La entrevista así trabajada, por raro que parezca, puede lucir más real que la transcrita desde una grabadora. Me pregunto si los periodistas formados en esta avalancha tecnológica disfrutarán igual la peripecia que es toda charla profesional, la peripecia que es el trabajo diario: ahora es tan fácil pulsar una tecla que apenas se distingue en el aparatito de moda y grabar incluso a escondidas. Olvidan que ya el simple hecho de tomar notas implica una labor de selección, de edición. Por allí debe empezar toda enseñanza del periodismo, como por el entrenamiento de la mirada y la memoria, para luego, entre la maraña de circunstancias que rodean a todo hecho y persona, lograr aislar lo verdaderamente significativo para el punto de vista que se ha elegido.

Ciro, ni en esta o sus muchas otras facetas como periodista, finge la renuncia al punto de vista propio, único, según Ortega y Gasset, desde el cual puede mirarse el mundo. Eso lo olvidan ciertos manuales y tendencias que enarbolan a ultranza la objetividad como premisa. No quiere decir que un periodismo activo y personal renuncie a la verdad: antes bien que la asume mediada por el sino de la escritura.

En estas páginas sentimos a los entrevistados, y también al entrevistador. Su honestidad es tal que no ha eliminado esas preguntas cuya respuesta a veces no nos deja muy bien parados pero que son más convenientes que las otras, preguntas que obligan al gesto enfático. También deja el momento, delicioso momento, en que Carpentier lanza en verdadera andanada todos los asuntos de los que no hablaría, prueba de resistencia premiada, por supuesto, con sabrosas respuestas a otros tantos asuntos, pues, a fin de cuentas, fuera de lo estrictamente actual, aun cuando el entrevistado piense lo contrario, son inagotables los temas para una charla.

Disfruté como pocos los sucesivos momentos con Cintio Vitier, la sabrosura criollísima de Samuel Feijóo y la sabiduría y sinceridad de Carballido Rey, para mí, hasta esta lectura, solo el hombre de “Detrás de la fachada” y “San Nicolás del Peladero”. Y, por supuesto, el asedio a Lezama, la descripción de su casa y rutina, y ese mirarse a sí mismo que es toda la charla, iluminadora de los nexos profundos entre su vida y su obra. Orígenes, por supuesto, es el gran protagonista de este libro, y junto a ellos, aunque no de cuerpo presente, sino atisbada una y otra vez, Fina, tan reacia a las entrevistas. Es preciosa esa expresión de Cintio, cuando habla de su soledad durante los setenta, cuando el uno participaba de la soledad del otro; o ese en que afirma que en ciertas circunstancias “Las bodas, el hogar, el hijo comenzaron a curarme de la extrañeza. Si el país no tenía sentido, mi casa lo tenía”.

Y el quinquenio o decenio gris, o negro, como queramos llamarlo, también emerge a salvo de la ira y la amargura, visto con calma, sopesado pero de necesario examen: que no es silenciando pecados como se lava la honra nacional. Y otra vez, las palabras de Cintio vuelven a resonar en mi oído, esas otras en que habla de su asunción del catolicismo y de su entusiasmo por la Revolución nicaragüense, enigma descifrado para mí en este texto.

Por todo eso agradezco el libro de Ciro. Y al mismo tiempo me asusta. Sentí tan grande la cultura de la que formo parte, tan altas las frentes aquí reunidas que me pregunto si mi generación es lo suficientemente digna de este legado, si somos capaces de merecer la savia que nos nutre y si, en consecuencia, somos capaces de acrecentarla. Preguntas tremendas que nacen de este libro en el que supuestamente todo es respondido.