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Ciro Bianchi, el memorialista

Ciro Bianchi, el memorialista

 

Laidi Fernández de Juan

Este periodista habanero nacido en 1948, se ha convertido, sin duda alguna, en uno de los escritores más prolíficos de los cuales tenemos noticia. En su afán por conservar la memoria de tiempos idos, carga en su haber de escritor cerca de diez libros, la mayoría de los cuales está integrada por sus entregas periódicas a la prensa. De igual forma, este cronista del ayer hace gala de su generosidad al facilitar que circulen en formato digital sus escritos, bajo el irresistible anuncio de “Ciro te recomienda”.

No solo los cubanos y las cubanas que permanecemos de este lado del mundo esperamos la llegada de sus mensajes: muchos de quienes se encuentran en otras latitudes lo hacen periódicamente, entre otras razones porque todos y todas sentimos que gracias a sus investigaciones, a su memoria, y a su empática forma de contar, permite descubrir hechos y reencontrarnos con el país donde nacimos. La densidad de algunos libros de Historia; la franca parcialización de sus autores, o simplemente la extensión desmesurada de los textos, provoca cierta resistencia en el público lector, sobre todo el más joven. Nada de esto ocurre con las lecciones de Ciro Bianchi, caracterizadas por la ligereza, la simpatía, el buen gusto, y también, ¿para qué negarlo? son muy aceptadas popularmente porque devela misterios, descubre noticias secretas tanto de personas como de momentos, de avenidas y de construcciones, en fin, de todo un universo integrado por el país que fuimos.

Ciro Bianchi logra transportar al televidente (cabe elogiar el Programa Como melo contaron, sustentado también por las dotes narrativas de este periodista memorioso) y al lector, hasta tiempos que parecen remotos, pero cuya impronta está al alcance de todos, sin que lo sepamos. De esta forma, revisitamos aquellos sitios que nos parecían carentes de atractivos, o revaloramos a figuras históricas de antaño que dormían injustamente, sin que nadie les reconociera sus méritos o sus desmanes, para al cabo, darnos cuenta de cuán rico es nuestro pasado.

A pesar de que los textos de Ciro ya forman parte de nuestra cultura inmediata, en el sentido de que hemos incorporado su lectura a nuestra realidad cotidiana con la misma naturalidad con que escuchamos las noticias diarias, cuesta trabajo, sin embargo, clasificarlos. ¿Cómo se le llama a un texto escrito hoy, acerca de un hecho ocurrido hace, por ejemplo, ochenta años? ¿Qué nombre recibe quien reseña un suceso de un siglo atrás? No digo que tenga importancia delimitar estos términos, es solo que resulta curiosa la pobreza del lenguaje en estos casos. Es evidente que no estamos en presencia de un cronista, si nos ceñimos al concepto de que una crónica es un artículo de prensa sobre temas de actualidad, ni tampoco sería correcto afirmar que Ciro es un escritor puramente costumbrista, ya que la costumbre de un país, o sea, el conjunto de sus inclinaciones y hábitos, varían con el paso del tiempo. Entonces, si tenemos en cuenta que el diccionario señala una palabra que se acerca a lo que hace este autor, no me queda más opción que decir que se trata de un cronicón (crónica antigua).

La fonética de dicho vocablo no ayuda, lo reconozco, porque dan deseos de decir: Más cronicón serás tú, pero esto es lo que se ajusta a sus amenísimos escritos, académicamente hablando. En pocas palabras, parece que Ciro hace cronicones según el uso correcto del vocabulario, pero entre nosotros, identificamos sus páginas como estampas del ayer, aunque parezca el anuncio de una noveleta radial. Estoy segura de que los grandes estamperos cubanos, estarían más que satisfechos al ver el nombre de Ciro al lado de los suyos. Pienso en el Emilio Roig de El caballero que ha perdido a su señora, del año 1923, en el Jorge Mañach de las Estampas de San Cristóbal, del año 1926, y en el Eladio Secades de lasEstampas, de 1941 a 1958. Es una suerte para Cuba contar con un memorialista como Ciro Bianchi.

Muestra de su tenacidad, es que solo en el pasado año 2012, vieron la luz dos nuevos libros suyos: Viendo La Habana pasar, por Ediciones Boloña, que contiene cien anotaciones históricas al pie de igual número de dibujos hechos por Evelio Toledo, y Contar La Habana, compilación de ochentas seis de sus más recientes artículos, publicados por Ediciones UNION. Además de la ya señalada amenidad en las páginas “cirobianchescas”, otro aspecto que destaca es la capacidad de provocarnos asombro.

Cuando ya presumimos de conocer los recovecos, las interioridades y la vida profunda de nuestra Habana, si es que alguna vez caemos en la tentación de hacerlo, aparece una nueva historia antigua salida de esa mezcla de estudio serio con gran dosis de gracia criolla que parecen ser las armas fundamentales de Ciro Bianchi, y el resultado es la enseñanza de algo que ignorábamos. Respetando aquello que pertenece a la imaginería popular, como pueden ser las historias de La casa de las tejas verdes, la de Marcolina o los suicidios en La Manzana de Gómez, este periodista traslada las versiones de ayer para mostrarnos de dónde venimos, cómo éramos, y así, sin que nos demos cuenta, labrarnos el mapa de nuestras más ocultas verdades. Sean bienvenidas estas nuevas entregas de artículos en forma de libros, y loado sea el autor que las regala, llenándonos de conocimientos y de humor.

Fuente: La Jiribilla, nro. 642

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